Nuestra vocación
La reunión de enero de nuestra Comunidad el Cristianos de Base tuvo una forma y carácter
distintos de lo habitual. No debatimos ningún tema de la actualidad de la Iglesia o la sociedad,
como tenemos por costumbre. Ocurre que asistía a nuestra reunión una persona que no pertenecía
a nuestro grupo pero estaba interesada en conocer lo que nos motiva como cristianos de base. Por
ello, cada uno de los miembros del colectivo describió su experiencia, los motivos que le llevaron
a vivir su seguimiento a Jesús de Nazaret en este tipo de comunidades que, buscando la manera
más fiel de atenerse a la enseñanza del Maestro, necesariamente se ven al margen de lo que es la
práctica habitual de la religiosidad tradicional que la Iglesia fomenta.
Las experiencias o caminos para dar ese paso son individuales, varían de unas personas a otras. En
algún caso se llegó a nuestra comunidad a través del conocimiento de alguno de sus miembros con
el que se había coincidido en alguna actividad relacionada con acciones de beneficencia o de otro
tipo. En la mayoría de los casos se trató de evolución personal, un avanzar en la comprensión de
que el tipo de religiosidad centrada en el culto, que la Iglesia promueve no es la respuesta que
requiere el llamamiento de Jesús a seguirle.
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aquí aparece el rol de la comunidad. Son
precisamente los colectivos como nuestro grupo de cristianos de base, en los que se relacionan
personas con estas inquietudes, donde se avanza, por el estudio y el debate, en la comprensión de
esa gran contradicción en la que la Iglesia institucional está inmersa desde hace tantos siglos.
El funcionamiento de estos grupos tiene la forma asamblearia que en la Iglesia se perdió hace ya
mucho tiempo. Y en este ámbito se promueve el estudio y la investigación que la Iglesia
institucional no solamente no fomenta sino que sofoca deliberadamente. Dado que la capacidad de
comprensión es diferente en cada persona la confrontación o debate de ideas es normal en los
grupos de cristianos de base, lo que no ocurre en el ámbito eclesial donde una jerarquía clerical se
auto-atribuye una función de magisterio indiscutible e incluso infalible.
El estudio del Evangelio es imprescindible si queremos conocer la misión a la que Jesús convoca
a sus seguidores. En la enseñanza que la Iglesia imparte esa misión no aparece por ninguna parte.
Si nos atenemos a la enseñanza clerical, parece que Jesús vino al mundo para salvarnos de la
muerte eterna, y para acceder a esa salvación hay que creer en lo que la Iglesia enseña, ayunar
cuando ella lo manda y participar en el culto ritual: sacramentos, devociones que ella gestiona,
y nadie parece recordar, en ese ámbito eclesial, que Jesús llama a seguirle para establecer en este
mundo un Reino de Dios que supere toda la problemática que agobia a la infeliz humanidad.
Puesto que nuestra vocación es precisamente la dedicación a ese proyecto, procede que
consideremos lo que, en la institución eclesial, se opone a su realización. Además del Evangelio, y
para ayudarnos a extraer toda la enseñanza que éste aporta, son útiles también las obras de
teólogos competentes. La teología que imparte el magisterio de la Iglesia institucional deja de lado
el proyecto de Jesús para centrarse en otro tipo de cosas que no tienen ninguna relación con el
Evangelio. Además de un legado dogmático que no tiene absolutamente ninguna utilidad, el
estamento clerical elaboró unos cultos y rituales que sirven sólo para distraer al personal para que
no se ocupe de lo que es realmente necesario para mejorar las cosas del mundo.
Además del tinglado dogmático y del embrollo litúrgico, la más nefasta de las creaciones del
clericato es él mismo, el propio estamento clerical, con sus rangos y el poder que se auto-atribuye
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- 18 de enero de 2024
y que ejerce en su propio beneficio y en favor de la conservación del sistema de dominación
mundial que es, precisamente, la negación del Reino de los Cielos que Jesús quiere instaurar.
A quienes fuimos educados en un ámbito en el que predomina esa manera de pensar se nos
inculcó la idea de que el poder y la función que el clericato se atribuye son incuestionables.
Precisamente en la actualidad está teniendo lugar un debate o polémica, que rebasa el marco
eclesial para llegar al gran público, sobre la “Fiducia supplicans”, una declaración eclesiástica
que propone la posibilidad de bendecir a parejas en 'situación irregular': divorciados vueltos a
casar, parejas del mismo sexo…
Quienes participan en esa polémica parece que no se dan cuenta de que con su postura, a favor o
en contra de la “Fiducia supplicans”, están contribuyendo al fortalecimiento del poder clerical.
Solicitar esa bendición, o negarse a que se conceda, es atribuir un valor a las bendiciones que los
clérigos hacen, es también reconocer el poder clerical para bendecir y el derecho de la jerarquía
eclesial para decidir otorgar o no tales bendiciones. ¿No hay nadie que se atreva a decir que todas
las formas de amor humano son benditas y que ni Dios ni los humanos necesitan ese intermediario
clerical para que la bendición sea efectiva?
Por lo expuesto puede parecer que cuestionamos el rol de liderazgo en la Iglesia, y no es así.
Como cualquier otro colectivo organizado, también los seguidores de Jesús de Nazaret necesitan
tener algún tipo de dirección o liderazgo. Por el Evangelio vemos que Jesús compara la atención y
dedicación de los dirigentes con la función del pastor de un rebaño. Aunque la imagen o idea del
pastor que cuida del rebaño tiene hoy connotaciones distintas de las que tenía en el ámbito y época
de Jesús, se comprende que se trata de enfatizar que el dirigente debe volcarse en el cuidado del
colectivo que dirige.
En otros pasajes evangélicos (Mateo 20:26-27, Mateo 23:11, Marcos 10:43-44) Jesús insiste en
que los principales del grupo deben estar al servicio del colectivo. Sabemos que hay muchos
clérigos que se atienen fielmente a esa enseñanza, y la actual dirección de la Iglesia tiene voluntad
de mejorar muchas cosas que vienen funcionando mal en la institución. En este sentido debemos
apoyar al papa Francisco contra la campaña que últimamente se ha desatado contra él desde los
sectores más reaccionarios de la jerarquía eclesial.
Pero el problema del clericalismo no es sólo, ni principalmente, el abuso de poder por parte del
clericato, sino el hecho de que la función que éste se asignó no cuadra con el tipo de liderazgo que
Jesús concebía. En pasajes como Mateo 5:12, Jesús compara la función de sus seguidores con la
de los profetas; nunca los asimila al sacerdocio. Pues bien, tenemos que constatar que la función
que la clerecía realiza se parece más a la del sacerdocio del Templo que a la tarea a la que los
profetas se dedicaban. Cuando asignaba a sus seguidores la misión de conducir a su rebaño estaba
pensando en un liderazgo, pero no en un liderazgo institucional sacerdotal sino en un liderazgo
carismático profético cuya tarea era la liberación de los oprimidos, no la sacerdotal de celebrar
cultos en los templos. La misión profética implica enfrentarse a los poderes opresores.
Jesús y los profetas se jugaron la vida enfrentándose al sistema dominante, pero la jerarquía de la
Iglesia institución se instaló en ese sistema y persiguió a movimientos cristianos que pretendieron
recuperar al Jesús del Evangelio y su misión profética: circunceliones, dujobores, bogomiles,
cátaros, valdenses, husitas, menonitasy más recientemente los movimientos inspirados en la
Teología de la Liberación. Esta teología se caracteriza por considerar que el Evangelio exige la
opción preferencial por los pobres, y por recurrir a las ciencias humanas y sociales para definir las
formas en que debe realizarse dicha opción.
Esa es nuestra vocación como cristianos de base, y las circunstancias de nuestra última reunión
nos dieron ocasión de recordarlo. La reunión terminó con una celebración eucarística cuyas
lecturas y reflexiones insistieron en las bases y contenido de nuestra vocación. Se puede ver el
guión de esa celebración en la dirección de Internet:
http://188.171.161.205/~faustino/bibio/eucaristia%20enero%202024.pdf